Una de las mejores herramientas para combatir el intrusismo, un mal que padecen muchas artes visuales, es la especialización. Muchas de las alabanzas sobre las ventajas que tiene el especializarse en un tipo determinado de fotografía pueden aplicarse también a otras disciplinas.
Se puede pensar que el hecho de centrarse en una única temática conduce a la falta de frescura, el aburrimiento y la desmotivación, pero esto no es así en ningún sentido: ni desde el punto de vista artístico y/o creativo, ni tampoco a nivel técnico. Si se le pregunta a un fotógrafo especializado que cuál es su mejor fotografía, lo más probable es que responda que esa todavía está por hacer. Los constantes avances tecnológicos obligan a los profesionales a tener que adaptarse a nuevos productos y dinámicas de trabajo prácticamente a diario. Es una carrera de aprendizaje constante con una aportación al 50 % de lo que otros nos enseñan y de los propios errores.
Un buen fotógrafo especializado es el que sabe combinar de la mejor manera tecnología y humanidad, el que sabe en cada momento cuáles son las mejores herramientas y cuándo y cómo utilizarlas.
Tal y como señala el fotógrafo deportivo español Víctor Fraile en una entrevista para Nikonistas, hay tres pilares fundamentales en este trabajo: paciencia, disciplina y creatividad. Hay que saber qué se quiere transmitir y cómo hacerlo, para ello es necesario tener el control y conocer muy bien el medio en el que nos movemos.
Apodado “El Pescador” por su habilidad para captar momentos especiales, Carlo Monti es el fotógrafo argentino que durante cerca de una década ha cubierto los eventos de póker que PokerStars organiza en América Latina. Sus fotografías son el claro reflejo de esa maestría necesaria para que la técnica esté al servicio de las emociones. En estos torneos el fotógrafo tiene que ser invisible, esperar y ser capaz de transmitir en una imagen toda la tensión y la adrenalina que se esconde tras una mesa con varios tipos sentados alrededor.
Fuente: Imagen de Carlo Monti @ PokerStars
Monti disfruta de una de las ventajas de los fotógrafos especializados: tener mercado. En la fotografía comercial hay como una barrera entre el sujeto y el objeto, pero cuando uno se especializa esa distancia se reduce hasta el punto de que el fotógrafo forma parte de aquello que fotografía. Establecer ese tipo de relación es un privilegio que un cliente no va a dejar escapar. Jamie Oliver y su fotógrafo David Loftus forman un equipo desde hace más de 15 años; al popular cocinero inglés no le vale cualquier persona que haga fotografía gastronómica porque no se trata sólo de mostrar un plato sino hacerlo con el mismo espíritu con el que Oliver lo cocina: con frescura, cercanía y dinamismo.
Especialización dentro de la especialización. Esto sólo se consigue gracias al factor humano. La técnica, los cursos o los tutoriales son absolutamente necesarios, hay que formarse y aprender de la experiencia de los demás. Pero cada uno procesa los conocimientos de una manera y eso se refleja en el trabajo que realiza, la aportación personal es un sello diferenciador que hace que algo aparentemente tan estático como un género fotográfico sea en realidad todo un universo en sí mismo que no para de expandirse y mutar.
Hay muchísima gente que hace fotos de surf, pero las imágenes de Clark Little son únicas porque, como explica en la película sobre su trabajo Shorebreak, nacen del lugar donde decides colocarte, una decisión fruto de la observación y de su propia experiencia como surfista. Por supuesto que uno puede limitarse a dominar la técnica, repetir lo que ya se ha hecho y llamarse “fotógrafo especializado”, pero la verdadera especialización está en la aportación personal de cada uno, lo cual tiene un valor incalculable.
La especialización es tiempo y pasión; el tiempo es oro y la pasión es lo que mueve el mundo.
Fuente: “Behind the barrel” de Clark Little @ clarklittlephotography.com